El arbitraje, por ser un mecanismo extrajudicial elegido voluntariamente por las partes, a veces es considerada como un procedimiento amistoso, en el que las partes son llamadas con la finalidad de buscar un arreglo de intereses.
El arbitraje es un medio alternativo de solución de conflictos. Es un contencioso entre las partes, que van a mostrar, defender, desarrollar tesis y producir pruebas en su propio y exclusivo interés.
A diferencia de la mediación, la decisión que pudiera adoptarse en el procedimiento arbitral, se condena, será título ejecutivo judicial, tal cual la decisión judicial firme.
No obstante, el arbitraje se ha hecho cada vez más inocuo, e incluso inapropiado; mostrando extrema beligerancia en los abogados formados en la carrera del derecho procesal civil judicial, a la hora de desplegar por la defensa de los intereses de sus clientes.
No hay como negar que el arbitraje favorece un ambiente menos hostil que el foro judicial.
El árbitro hábil y experimentado sabe la importancia de construir un ambiente de cordialidad entre las partes y los abogados, permitiendo que las atenciones y esfuerzos se concentren efectivamente en el núcleo de la controversia.
Evitando al máximo las querellas menores que normalmente se situaban en torno de cualquier disputa, muchas veces fruto de sentimientos y pasiones.
En el arbitraje, es mucho mayor el contacto entre las partes y los abogados del contrario que, en todo momento, se insta por el árbitro o árbitros a acordar acerca de cuestiones de procedimiento, siempre con énfasis en la búsqueda de soluciones por consenso.
Las audiencias son generalmente más largas, con una enorme concentración de los actos que, en un procedimiento judicial, llevan meses o años para ser completados.
Difícil de imaginar, en un ambiente de estos, una postura agresiva de las partes y de sus abogados expertos en arbitraje, con maniobras difíciles que no concuerdan con el objetivo de arbitraje de resolver el conflicto de forma segura, rápida y objetiva, debe de ser lo contrario, tiene que haber una resolución lo más pronto posible.
Esto no significa, por obvio, que el abogado deba ser menos diligente y firme en la defensa plena de su cliente.
Por cierto que no, pues, como se señaló anteriormente, el arbitraje implica, sí, procesal entre las partes, que necesitan de abogados que actúen con todo el conocimiento y diligencia en la tarea de convencimiento del árbitro o árbitros.
Sólo se ha firmado, cada vez más, la imagen del abogado en el arbitraje como «cazador de soluciones», en contrapunto a la imagen de «soldado beligerante».